Mis primeras hallacas sin supervisión de un adulto, jajajaj.
Pues sí, este año me aventuré a prepararme para perpetuar esta tradición familiar que nos caracteriza a los venezolanos.
Una de las razones de peso, un legado para mi hijo Augusto, que es mitad argentino y mitad venezolano, así que por el lado venezolano, voy bien con la tarea.
La verdad, me parece una de las tradiciones gastronómicas mas hermosas que tenemos, de mucha unión, de compartir.
En mi familia, la encargada fué mi abuela hasta que murió; luego mi mamá tomó el control por ser la mas apta para el cargo, sí, es que es todo un tema jerárquico y con roles bien asumidos.
En mis recuerdos de la niñez tengo que mi primer cargo (y el que usualmente le dan a los niños de la casa) era colocar los adornos (cebolla, pasitas, rodaja de pimentón y la cebolla). A medidad que pasaban los años pasé a limpiar las hojas, a picar los aliños y finalmente a amarrar. Eso sí, el cargo que nunca tuve fué el de meterle la mano al guiso, esa es tarea exclusiva del encargado (al menos en mi casa).
Con toda esta aventura quedaron grabados en mis sentidos el exquisito aroma que había en mi apartamento, olía a hogar, a familia, a navidad. Y ni hablar de mi absoluto orgullo cada vez que forzosamente saco el tema de las hallacas solo para contar toda presumida que yo las hice, jajajaja.
Cada hallaca que comemos lleva impreso el sello de la familia, es por eso que cada vez que alguien nos regala una, al abrirla estamos develando de alguna forma la esencia de quienes la prepararon.
Y pasé la prueba, mi mamá despues de probarlas y evaluarlas minuciosamente dijo: "te quedaron buenas de sabor y color". Eso terminó de hacerme muy feliz y completar mi aventura.
1 comentario:
Felicidades, hacer hallacas es todo un reto y todo un orgullo.
Espero que hayas pasado una feliz navidad.
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