Sí, las alas empiezan a crecer y a desarrollarse. Llegó el día de reunir los documentos para la inscripción del colegio de mi hijo y también llegaron mis dudas, razonables o no, válidas o no, pero mías. Lo que sí, muy de mamá. Todas ellas desde el corazón.
Empiezan a crecer las alas, esas que le permitirán un día a mi hijo volar física y mentalmente hacia otros destinos lejos del hogar. Se acerca el momento (21 septiembre) en que deje de estar exclusivamente con papá y mamá para que comparta con otras personas, de su edad, y mayores como lo serán las maestras. Que salga un poco del ambiente familiar y vaya a otro entorno.
Eso que uno escucha de que los hijos siempre van a ser chiquitos para los ojos de sus padres es verdad; pero no lo puedes creer hasta que empiezas a vivirlo con todos los sentidos, cuando los sentimientos cual montaña rusa son tan fuertes que tu piel y estómago arden.
Pero también llega el momento de aplacar a los monstruos que habitan en mi cabeza y qué mejor manera de hacerlo que pensar en todas las aventuras divertidas y maravillosas que mi hijo tendrá en ese lugar llamado colegio. En los amiguitos que encontrará, en los problemas que resolverá y que irán definiendo su personalidad. En fin, cuando pienso concretamente en eso, el bien vence al mal (hablo de los monstruos en mi mente) y confío en que todo estará bien. Así será…