Hoy lo que siento es rabia, desencanto, frustración. No sé si estar orgullosa de pertenecer a un país con profundo arraigo democrático y que cree en las soluciones pacíficas de los conflictos ó sentirme indignada por haber pospuesto acciones que nos lleven a acabar con esta farsa de democracia.
Algunos celebran las acciones que atentan contra la libertad de expresión de nuestro país, ojalá que nunca se arrepientan, porque tarde o temprano a ellos también les llegará su día de censura.
No quiero que me digan cómo comportarme, cómo pensar, qué programación ver, me niego a que me llamen “oligarca, imperialista, fachista” sólo por no estar de acuerdo con éste gobierno.
Quiero vivir en una sociedad de libre pensamiento, plural, pero parece que es mucho pedir.
Me niego a que me traten como estúpida, que pretendan que tergiversando la realidad del país vamos a creer que todo está bién, me niego a que me digan que la medida de no renovación de concesión a RCTV era un clamor del pueblo.
Me niego a que todos los poderes públicos estén arrodillados al servicio del ejecutivo, ¿porqué tanta ambigüedad por ejemplo frente a un tema tan delicado como la propiedad privada?, ¿qué respuestas pueden darnos frente a la confiscación de los transmisores de RCTV y que el TSJ haya respondido en un lapso menor a 24hrs cuando los recursos de amparo introducidos por RCTV han tardado meses?
Desde el año 1999 al 2006 se han hecho 1334 cadenas de radio y televisión, sin contar que el 70% del contenido de transmisión del canal del estado son propaganda política y el resto de los canales de televisión aplicaron la autocensura cediendo a las presiones del gobierno, es ésta la realidad del país, de mi país.