Corren tiempos extraños. La incertidumbre nos invade. Exceso de información, toda ella completamente ambivalente. Nos vemos obligados a apelar a la razón, esa que nos susurra verdades que no queremos escuchar, esa que por comodidad evitamos a toda costa. Por temor, sí, temor. Esa que en mitad de la noche nos inquieta y nos deja un sabor amargo. Amargo con sabor a sangre, ya que el estrés es tan grande que nuestras encías sangran, y nuestras mandíbulas se contraen con intensidad al compás de la luna.
No estamos familiarizados con esta clase de sentimientos y pensamientos; es nueva esta invasión en nuestro intelecto, en nuestra razón.
Éramos felices. En otras épocas la vida como sociedad era mucho más fácil. El abstencionismo reinaba. La política no era parte de nuestra cotidianidad, y
Es intensamente doloroso saber que tenemos que huir, que pronto huiremos con destinos inciertos. Duele en los huesos saber la realidad que nos espera, la incertidumbre de un terrible futuro nos paraliza. Nos paraliza a nivel de proyectos, ambiciones, sueños, sí, esos que eran los que nos movían en el pasado y que ahora están por extinguirse.
Es nuestra obligación buscar la verdad dentro de nosotros y apelar a ella, es allí donde reside. Al menos para mí…
1 comentario:
Es triste, me alegra que tu tengas un destino. Tus sueños no se han perdido.
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